jueves, 1 de junio de 2017

*EL ÚLTIMO CAFÉ. *

La vereda de siempre, pero sin la locura del día, en la entrada y salida constante del subte que llegó hace años para instalarse la última estación (o la primera, como lo quieras ver): Congreso de Tucumán. Y ahí, a metros, donde durante años nunca pasó nada más que una pequeña multitud a la salida del cine, sí, justo en la esquina de Cabildo y Ugarte, pasa una noche más, de un viernes más de tantos días y, en esa esquina de siempre, donde rebotan las nostalgias, saltan las ideas y se esconden las frustraciones, nos reunimos los amigos, los olvidados de siempre, los del rincón del café que siempre llega no muy caliente mientras las lágrimas entibian la noche de invierno, de una noche más "sin penas ni olvidos", como decía el gordo Soriano. En esa fría mesa del bar que nos cobija los miércoles para cortar la semana y los viernes para despuntar la noche, total "mañana no se madruga" o sí, pero menos que el resto de los días; sin mantel, sobre la fórmica de la antigua mesa de madera reciclada, recordando los pancitos "Méndez" de azúcar; sacudimos los sobrecitos con menos cantidad para endulzar la noche, que ya viene amarga en las caras de nuestra soledad, de la que no hablamos más, pero que está presente en las arrugas pronunciadas del ceño de mi frente, según Alberto, o en su hermosa cabellera blanca, según mi opinión, total tengo asumido hace años que soy el "dolape" del grupo, ante las carcajadas contagiosas de Pablo que todavía me recuerda con barba y boina en medio de la dictadura solo para provocarme un poco. Él perdió la dentadura en una feroz golpiza, en esa misma esquina, por culpa de un nefasto Falcón verde, que nos agarró desprevenidos cuando no tomábamos solo café, sino que lo acompañábamos con vasos con hielo y algún contenido y, entre bromas y recuerdos, pasara un viernes más: el domingo llega el clásico, al mediodía la carrera y, nosotros, discutiremos si el Ford, el Chevrolet o el Torino, al que sigo defendiendo como el mejor fierro nacional aquí creado y el loco Di Palma, Fangio, Copello y la revista Corsa o Auto mundo, recordaremos mientras, seguro, miraremos como siempre pasar la hora, los recuerdos, los fracasos de amor y la siempre compañera soledad que, sin nombrarla, está sentada en la mesa de cada noche entre nosotros, en el Savoy, desde ese rincón, donde están, como dice el mozo, "los solitarios del rincón", buscando la explicación, la mujer, la vida y las nostalgias guardadas en letras que jamás daremos a conocer, pues son el secreto de la vida entre nosotros justo donde forman noventa grados las dos paredes del fondo y de vez en cuando sobre alguna vieja revista Crisis o Humor, dejamos caer una lágrima recordando la historia que vivimos juntos, allá lejos y hace tiempo pero, el martes, todo comenzó a cambiar,
Alberto llegó con una noticia que jamás hubiéramos esperado: "me voy", comentó. "Cuándo y cómo hacemos la despedida?", nos miramos sin comprender mucho y pensando en una broma más seguimos la conversación que veníamos teniendo. Insistió con más énfasis: "Me voy del país, ¿me escuchan o van a seguir boludeando, como todos los días? Me voy."
El silencio invadió la mesa, el mozo nos miró como advirtiendo una nueva discusión y aproveché a pedirle otro café, haciendo señas con los dedos, y pedí atención a ver de qué se trataba esta buena nueva que Alberto intentaba contar. Y así fue cómo nos enteramos de que viajaba a Bolivia y allí se quedaría a vivir. Entonces llegaron todos juntos los "dónde, cuándo y cómo, rápidamente y él, pausadamente, comenzó a responder una por una, sin mucho detalle, todas las preguntas. Las nuevas formas de comunicación hacen de la vida nueva e increíbles encuentros y así y allí supimos de su relación con una señora que, por supuesto, ya conoció personalmente y tenía en secreto, para no crear falsas expectativas, por lo cual y por quien, en menos de veinte días, se iba a iniciar una nueva vida a un nuevo país. Todos nos quedamos sorprendidos, pero, a la vez, contentos de la noticia deseando cada uno lo mejor, por lo cual la conversación se extendió y giró a lo más formal y serio de los últimos tiempos.
La noche era la propicia y nos fue llevando a confesiones imprevistas, lo pensé más de una vez, antes de tirarlo en la mesa, como dados del cubilete de cuero, que nos acompañó en más de una velada, pero fui tomando coraje con otro whisky, que pedimos ya por tercera vez, y me animé: "Bueno, bueno", dije, "ahora me toca a mí". "¿Te vas a Rusia?", comentó entre risas el polaco, "No, no...", respondí rápidamente, "Y ¿qué paso?", preguntó Luis. Entonces les comenté: "Me sigue moviendo el piso la petiza, otra vez, pero esto ya va muy en serio porque esta vez tomé una decisión que pensé durante años y nunca se los comenté".
"Cagamos, otro que rompe el pacto del rincón y se va a la mierda... y siempre por lo mismo", gritaba el Tano, "¿te das cuenta para qué inventaron las minas?, este pelandrún se va del íspa y este dolape de mierdaaaaa,  que parecía tener todo solucionado con sus poesías. Cuentos y relatos, vuelve a este templo de la amistad con la misma cantinela de hace años: la petizaaaa. No, yo me voy, esto es contagioso", y salió a la calle a fumarse un nuevo cigarrillo, riendo a carcajadas.
Oscar, seriamente me preguntó qué había decidido y les conté: "hace días tomé la decisión, pero no quise comentarlo hasta no estar seguro, hoy lo estoy. Es más, sé lo que dirán y me adelanto y se los digo yo: soy cagón y arrugué, hace unos días decidí no volver a verla nunca más y les explico el porqué: la última vez la miré a los ojos, muy intensamente y estuve a décimas de segundo de partirla en dos de un abrazo, de gritarle los años que hace que me guardo todo lo que siento por ella cada vez y, que hace una vida, que intento decírselo, pero, muchachos, ya pasaron el tiempo, las formas y los momentos adecuados, los lugares y las situaciones y hoy ya es tarde, me retiro definitivamente y no la veo nunca más. Esto les quería contar". La reacción fue espontánea y, hasta pareció, programada: Tito llamó al mozo, pagó la cuenta y se fueron todos menos Oscar que, a solas y antes de dejarme solo en la mesa, me dijo "pensalo, pero estás equivocado, no me contestes nada. Pensalo, Hasta mañana". Y me quedé solo en la mesa del rincón con el último café que invitó el mozo.

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